EDITORIAL ¿Dos países en uno?

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    Dos países en uno parecen coexistir. Disímiles, o más que eso, antagónicos; dos países con el mismo nombre, la misma gente y el mismo territorio. En realidad no son dos, pero como a las naciones las hacen a su imagen y semejanza los ciudadanos que habitan en ellas, el istmo parece desdoblarse en una extraña realidad donde vemos un país activo, futurista, vanguardista en sus planes, trabajador e innovador; mientras, a su lado anda su alter ego, iracundo, depresivo, indiferente y deshonesto.

    Es como una historia de ficción que confronta a dos partes de una misma nación como si eso fuera natural, y el caso es que no lo es, no es normal que a nuestro país lo personifique una clase que, a juzgar por sus actos, poco le importa el rumbo que tomemos, el bienestar de las personas, el desarrollo social, cultural, económico y moral de sus habitantes. Una clase que conoce las oportunidades que apuntan a la mejora pero que no le interesa hacer nada por nadie que no sea de su entorno cercano. Indolentes, que arrastran consigo a ilusos partidarios que les tienden sus hombros para seguir desmembrando al país cual depredadores ansiosos de poder y de riquezas.

    Por fortuna, en una especie de paralelismo imaginario, a diario nos topamos con un país que trabaja más de 8 horas al día, una nación representada en ciudadanos que despiertan antes que el sol y luego lo reciben desde el asiento de un Metrobús, en interminables tranques hasta llegar a sus empleos. Un país con técnicos, profesionales, emprendedores y funcionarios comprometidos con el futuro, ideando a diario nuevas formas de impulsar sus proyectos que generen progreso y bienestar colectivo.

    Empresarios locales y foráneos ocupados en estudiar y aplicar las mejores prácticas universales para mejorar la calidad de vida de todos, líderes que pregonan minuto a minuto los valores de integridad, respeto, solidaridad y amor al prójimo. Son personas optimistas, felices y comprometidas, que hacen que el país se vea como ellos, ciudadanos que promueven la solución y no el problema y que abogan fervientemente por una república integrada en una sola, sin espejismos ni desdobles, unidos por el bien común.

    Tarde o temprano este país se impondrá al otro, a esa clase que entre rebatiñas y cegados por el poder se han puesto de espaldas al país de la esperanza, de espaldas al futuro inminente y han puesto en riesgo la democracia. Tarde o temprano, esa clase obtusa desaparecerá y emergerá un país unido, con una sola cara y con sueños compartidos.

    Nervis Araujo
    Directora editorial de Alpha Grupo Editorial, experta en medios de comunicación social, con una trayectoria de más de 20 años en periódicos, canales de televisión, revistas y en áreas de la comunicación corporativa.