Corría el año de 1925 y las familias provenientes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, cuyas cabezas del hogar trabajaban en el Canal de Panamá, necesitaban un lugar con una buena vista, donde pudieran descansar luego de pasar largas jornadas laborales. Así nació una arquitectura a la que llamaron Bellavistina, donde arcos, columnas y formas simétricas y asimétricas, forman joyas arquitectónicas de estilo neoclásico.
En palabras del reconocido arquitecto panameño, Patrick Dillon, “la buena arquitectura te conecta con todo, la mala arquitectura te desconecta”. Y es que al caminar por las calles del parque Urraca y pasar por el edificio Sousa e Hispania, inevitablemente, de alguna manera, uno recrea aquella época de los años 20.
Entre columnas y arcos
Un poco más arriba del parque Urracá está la emblemática casa blanca, que fue sede de la Alianza Francesa, hogar original del comerciante Arturo del Valle Henríquez, a la que, a mediados de los años 20 el arquitecto Leonardo Villanueva le dio las líneas finales, con columnas y arcos que edifican este lugar, que lleva el nombre de Casa Blanca, y que hoy nos sorprende cada vez que entramos a ese imponente espacio en Bella Vista.
Una esquina inconfundible
Caminando por la calle 45 está el edificio Rivera, una construcción de los años 30, en forma de L, y es un espacio que impone su estructura simétrica, donde el confort fue indispensable a la hora de crear este sitio. El arquitecto que construyó este edificio fue Gustavo Chay, quien se inspiró en las casas de alquiler de origen húngaro.
Residencia de renombre
Entre calle Colombia y calle 50 la modernidad y la historia se unen para mostrar casas como la antigua residencia Toledano, la cual representa el más claro ejemplo de la arquitectura neocolonial en Panamá, como en otras viviendas de Bella Vista, la parte de abajo se utilizó para el área de servicio, y fue adornada con piedras que asemejan la decoración del Casco Viejo. Grandes porches son la característica de esta construcción, y donde la amplitud de sus espacios, conferían comodidad a su original dueña que fue Blanca Lillian de Toledano.
Vestigios de una época, entre titanes modernos
En calle 50 todavía podemos ver rastros de la arquitectura Bellavistina. Es el caso de la de la Academia Panameña de la Lengua, construida entre los años 1946 y 1947 para Don Raúl Jiménez, un reconocido istmeño. Hoy después de 66 años, esta casa de arquitectura neocolonial estadounidense conserva su estado original, y ha sido la única sobreviviente, que está muy cerca de estructuras titánicas, como la torre Revolution y la Global Bank.
La modernidad no debe remplazar en un cerrar de ojos a la historia, ya que todo lugar tiene su pasado y con él, años de cultura que en vez de desaparecer, deben preservarse, hacerles honores por su legado, sus recuerdos y por ser únicas en el mundo.
La modernidad que hoy está arropando a Bella Vista y a toda Panamá, debe fusionarse en armonía, no arrancarle el alma al pasado.