¡Quizás cuántos raspaos te ha preparado!..y mientras tú esperas disfrutar esa mezcla única y deliciosa de uva, de limón, fresa o tal vez de maracuyá con leche condensada, malteada y lo refrescante del hielo, él está pensando en que ese dólar con 50 centavos suma un poco más a su vida, a su cotidianidad y compromisos.
Este joven trabajador siempre se esmera en que esa combinación sea sabrosa, para que la tarde de quienes van al Parque Omar sea más agradable y así, cuando vuelvan a ver su carrito de raspaos, quieran comprar otra vez.
Tradición, cariño y sabor en cada vasito entrega Luis Antonio Pérez Pothá, un joven panameño que está por terminar su carrera en Enfermería y que cada día trabaja cuidando adultos mayores y luego, por la tarde, hasta caer la noche, vende raspaos muy cerca del domo del Parque Omar. Allí lo van a encontrar, seguramente cada día para refrescar un poco después de recorrer los casi 4 kilómetrosde este parque público, o tras culminar una hora de duro entrenamiento en las clases de Tae-bo, funcionales, baile o Zumba en el domo.
Con el dinero de ambos oficios paga su alquiler, estudios, comida, transporte y demás. Vive solo con su gato. El carrito no es de él, lo trabaja y gana una parte de las ventas vespertinas y durante todo el día de los fines de semana.
Luis es un gran ejemplo para la juventud, es un mensaje para otros, pues él no la ha tenido fácil como muchos, él lucha día a día por ser un buen ciudadano y un profesional, que está aportando su talento y paciencia, una mezcla tan perfecta, como los raspaos panameños.
¡Sigue adelante Luis!