Reportajes Especiales

Pedro Altamiranda dibujó en versos la verdadera esencia de su pueblo

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Una personalidad firme con convicciones irrefutables, un artista sinigual en la tarima. Con su invariable vestimenta azul oscuro, zapatos negros y medias blancas, un reloj en cada muñeca, el cinturón de hebilla superpuesta deslizada a los lados, nunca al frente, y su infaltable bombín, Pedro Altamiranda trascendió como un creador musical que ha dejado a panamá un legado para su historia y un sinfín de prosas que dibujan con orgullo la verdadera esencia del pueblo, el mismo que lo admiró y disfrutó de sus canciones, su interpretación y su humildad.

“Pueblo es quien no tiene un piche centavo metido en el banco/ quien con cuatro hijos se come un cable, el amigo franco/ al que se le nota la marca del gancho en el pantalón/el que cuando muere tiene cuatro tablas por cajón/las que adornan con tendereta los balcones del barrio/viejos guachimanes o el que te dice un real y bailo”.

Este extracto de “Homenaje a Mi Pueblo”, su favorita, muestra la esencia de sus letras, sencillas y a la vez profundas, verbo que detallaba el ser y hacer del panameño común, un tributo al orgullo nacional y un verdadero himno a la patria.

Pedro Altamiranda hijo nos abre las puertas del hogar de su padre para conocer un poco más al hombre, al esposo, al papá y al profesional que, además de compositor y cantante, era filólogo graduado en la universidad Sorbona de París y obsesionado lector llegó a acumular una biblioteca de más de 40 mil libros.

Es como entrar a un museo; impecablemente decorado con un mobiliario original proveniente de muchos países y elementos decorativos que expresan una verdadera multiplicidad cultural; espacios sobrios y muy cálidos, impregnados de la esencia familiar que construyó junto a su esposa, Ary Barroso, y a sus hijos Millene, Pedro y Ary Marie.

Su vida siempre fue un manojo de criterios que cimentaban su personalidad, nunca se plegó a la corriente de moda en nada de lo que hacía, oía o pensaba. Era asiduo lector del escritor francés Henry Beyle, Stendhal, de Camilo José Cella, Federico García Lorca y Ernest Hemingway. Su biblioteca contiene las obras de los primeros 50 años de los premios Nobel y de figuras como el novelista y dramaturgo español Benito Pérez Galdós y el inglés Charles Dickens.

No congeniaba con la literatura de Gabriel García Márquez o Isabel Allende, y menos con la “madre” de Harry Potter, Joanne Kathleen Rowling. Sus años en París le sembraron códigos diferentes para la lectura y también para la música. Altamiranda consideraba a The Beatles como aburridos, y si quería divertirse escuchando rock, lo hacía escuchando a bandas como The Who, Queen o Led Zeppelin. También era muy afín de la música de Elvis Presley y Michael Jackson. Desde sus propias perspectivas tejía sus teorías sobre las influencias que habían marcado el estilo musical de los artistas más reconocidos en diferentes épocas.

El énfasis, las pausas y la pasión con la que habla de la obra de su padre, dicen mucho de la admiración de su hijo varón. Él es banquero, graduado en finanzas y un destacado deportista en las lides del squash que ha representado a Panamá en competencias internacionales y ahora se presta a desarrollar un trabajo como dirigente deportivo en esa misma disciplina. “El llevar el mismo nombre de mi padre pesa bastante y por eso me he planteado trascender como el lo hizo, en mi profesión o en el deporte, pero quiero dejar un aporte, una huella”, decreta Pedro Altamiranda hijo.

-¿De dónde proviene la vena artística de Pedro Altamiranda?

La influencia musical más importante de Pedro Altamiranda fue el Calipso y surge de sus vivencias en aquella barriada de Calidonia donde creció rodeado de una población en su mayoría negra de raíces caribeñas que escuchaban o interpretaban el género. Siendo muy joven cantaba calipso en español en un programa en RPC Radio y en fiestas privadas. Por allí comenzó todo. Esa pasión se conjugó luego con su aprendizaje en el mundo del leguaje. La estructura de la composición, la sintaxis en la construcción de la letra de sus canciones tiene una aguda influencia francesa. Sus canciones tienen un principio, un medio y un final, las rimas no se repiten y se utilizan muchas epopeyas,

Además de artista, Altamiranda tuvo una extensa y significativa trayectoria en el mundo de la industria publicitaria, como creativo y productor en McCann Erickson y BB&M. Muchos panameños recuerdan la campaña de una marca cervecera que destacaba personajes de la urbe panameña: el paletero, el busero, el billetero, la gallada, el pretty way y el interiorano, jingles escritos y cantados por él mismo.

“Es la gallada que vacila paraos en la esquina / de viernes culturales, salsa y traga niquel en racing cantín / que espera buco e´cosas del futuro porque el presente caballero es duro / la vida no es chicha fren por eso hay que pasarla bien”.

Con sus letras trazaba obras de arte como su fueran pinturas, donde la imaginación del receptor hace el resto. Son historias que se contarán de generación y generación para mantenerlas vivas por siempre. Eso es lo que representa su legado.

Así nacen “Carnaval en La Central”, “Las Tablas” y “La Salsa de Pedro”, de esa necesidad de representar en versos una de las tradiciones más importantes para los panameños. Todas se convirtieron en melodías símbolos del Carnaval en Panamá.

Pedro Altamiranda creía en eso realmente, en el entorno, en la gente, las costumbres y la cultura, más que en la bandera, el himno y el escudo. “Cuando tu estás fuera no piensas en el himno o el escudo, piensas en lugares, comidas, en amigos y familiares”, decía.

“Era un hombre sencillo, de gustos simples, de arroz, frijoles, bisteck y tajadas, no era de comidas sofisticadas y restaurantes caros”

  • Prefiero ir a un restaurante de plato lleno a uno de plato pintao- decía.

Se presentaba en escenarios con muy poca frecuencia, nunca en fiestas privadas. No solía cantar en reuniones familiares y de amigos. Su última presentación completa fue en 2014, luego una enfermedad lo alejó de los escenarios. En el 2022 se presentó con Gilberto Santa Rosa en uno de sus conciertos en Panamá, donde el salsero puertorriqueño le rindió un homenaje interpretando “Carnaval en la Central”.

“Quiero que mis enemigos estén felices por fin / y los que me quisieron no se olviden del bombín. / Que mis parientes y amigos que hace tiempo que no veo / me esperen con trago en mano para iniciar el paseo”.

Dejó un legado enorme que pudiera haber sido valorado mucho más. Se merecía mayor reconocimiento.