Pequeña en dimensiones pero grande en valores y unidad vecinal. Villa Lilla es un sector privilegiado dentro de San Francisco, conformado por cuatro calles de cemento y 120 unidades de vivienda.
Data de la década 1960 y en principio se vendían las casas ya construidas por la empresaria Mercedes Moráis de Carbón, o bien los lotes de tierra, a un precio de $8.50 el metro cuadrado, para que las familias jóvenes profesionales pudieran diseñar a su gusto. Hoy día la misma dimensión se eleva hasta los $1000.
Está ubicada en el corregimiento de San Francisco, entre vía Porras y calle 50, dando la idea de estar escondida detrás del caos y la construcción, protegiendo su privacidad y serenidad.
Sus virtudes
Villa Lilla es céntrico, pues a pesar de no poseer ninguna institución de salud, educativa, ni comercial dentro de sus calles, tiene todo a pocos minutos de distancia, como estaciones de metro, supermercados, farmacias, locales de comida, bancos y el hospital San Fernando, en Vía España.
Se caracteriza también por su tranquilidad, muy defendida por los residentes, siendo sólo interrumpida durante las actividades deportivas organizadas por vecinos, en su mayoría no residentes, en la cancha de baloncesto adjunta al parque Rosendo Jurado, ubicado en la calle A del sector.
Este espacio de recreación es el único de la zona, tiene área de juegos y ejercicios, bancas para descansar y una fresca caminería bajo la sombra de frondosos árboles frutales. En un tiempo estuvo custodiado por los vecinos, quienes con su aporte económico contrataban a un jardinero para que mantuviera la flora del lugar. Hoy día es la administración de la Alcaldía quien lo mantiene, pero le hace falta cuidado y pintura.
Sin embargo, la virtud que enorgullece a los residentes de Villa Lilla, es la calidad humana de los vecinos. Gilda “mamita” Badiola, fundadora de la zona, asegura que “todos se conocen, se respetan y que nadie se mete con nadie”, por eso consideran que son una sola familia conformada hoy día por jubilados y descendientes de quienes inauguraron el sector.
Cuenta Badiola que en los inicios existía una suerte de asociación de residentes, donde a través de reuniones periódicas en el parque organizaban actividades de integración como conciertos, celebraciones religiosas, fiestas de Navidad con decoraciones, canto de villancicos, posadas y nacimientos vivientes.
Cambios
Con el paso de los años estos residentes comprometidos por el sentimiento de pertenencia hacia Villa Lilla han envejecido o se han mudado, quedando actualmente muchas personas de la tercera edad, sus hijos y nuevos residentes que poco o nada están motivados a retomar acciones comunitarias.
Por otra parte, para bien o para mal, el tráfico citadino ha originado que las solitarias calles de Villa Lilla sean tomadas como vías alternas o atajos para los conductores que buscan alejarse de los tranques.
Los vecinos también se quejan de la mala planificación de las construcciones de vía Porras; los modernos edificios sin estacionamiento han convertido las cuatro rectas de la barriada en el dormitorio de decenas de autos, aumentando también los casos de hurto de carros y casas.
En este punto también existe una queja general porque a pesar de que el programa Vecinos Vigilantes de la Policía Nacional tiene presencia, los habitantes se quejan por las pocas oportunidades en las que unidades de este organismo, y también de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre, transitan por la zona para hacer vigilancia.
Problemas de zonificación
Villa Lilla es una zona residencial de baja densidad, pero actualmente como muchos otros espacios de San Francisco, han proliferado los comercios. Explican los residentes que hay quienes han vendido sus casas y se han ido, y algunas de éstas se han utilizado para establecer locales como oficinas, jardines de niños, hostales, salones de belleza, gimnasios y centros estéticos.
En respuesta a esta situación, la comunidad emprendió una campaña en contra del establecimiento de comercios en Villa Lilla, que consiste en la colocación de pancartas en las fachadas, haciendo un llamado al respeto de la zonificación establecida.
Los fundadores
Aquellos que trabajaron, participaron y dieron vida al lugar, son los mismos que hoy día recuerdan con melancolía los escenarios comunitarios y el sentimiento de cooperación que hace unas décadas reina en la barriada. Sepa qué opinan de lo que fue y es Villa Lilla:
Eros Cal: “Existe gran amistad y cooperación entre quienes vivimos aquí. Hay unión y algo que en la milicia llamamos “espíritu de cuerpo” que significa que buscamos la solución a los problemas nosotros mismos”.
Enith de Chavarría: “He sido muy feliz en Villa Lilla. Todos nos hemos desenvuelto entre vecinos maravillosos”.
Mario Castro: “Es un oasis en medio del caos urbano, se vive aún en tranquilidad y gran amistad. Hemos hecho campañas para evitar la proliferación de comercios en el sector”.
Luis Prosperi: “Me han ofrecido millones pero no vendo mi propiedad por lo céntrico y por las amistades aún considero que vale la pena vivir acá”.
Gilda Badiola: “Dios me dio la alegría de vivir con mis hijos en Villa Lilla. Ellos crecieron sanos en un ambiente armonioso y feliz. Aquí todo somos conejos, cada quien en su hueco, aunque hay mucha amistad y unión”.