La palabra hebrea SHALOM aparece 237 veces en la Biblia Hebrea, en todas sus conjugaciones y acepciones. Se refiere tanto a la falta de guerra, como a las buenas relaciones entre vecinos o naciones. También la palabra Shalom se usa para saber cómo una persona se encuentra.
De acuerdo con nuestra tradición, la paz constituye la esencia de la experiencia humana. Dice el Midrash (la interpretación rabínica): “Shalom es el nombre del Santo Bendito Sea, el nombre de Israel y el nombre del Mesías” Y agrega en otro pasaje: “Todo lo que está escrito en la Torá, fue escrito para promover la paz.”
El sabio Hilel, quien vivió en las primeras décadas del siglo I y según algunos fue maestro de Jesús, dijo: Trata de continuar las enseñanzas de Aarón, que amaba la paz y corría en pos de ella.”
Este texto, y tantos otros, nos enseñan que debemos trabajar activamente por alcanzar la paz, debemos perseguirla, “correr en pos de ella”. El actuar de forma pacífica es tan sólo el primer paso del proceso; necesitamos comprometernos significativamente a buscar la paz, necesitamos ayudar a crear los mecanismos para que cada individuo, cada familia, cada grupo social y cada nación puedan resolver sus desavenencias de manera pacífica.
Debemos ser capaces de apreciar la bendición que subyace en la diversidad humana y en el enriquecimiento del encuentro. Debemos reforzar la noción del respeto por el prójimo, la aceptación del que es diferente, para desarrollar la idea de que, en toda guerra, en todo conflicto, existe del otro lado, un ser humano igual a mí, con sus derechos y sus reclamos. Necesitamos convencernos de que solo mediante el diálogo honesto y sincero es posible alcanzar la paz.
Levantemos nuestra voz profética. El mundo debe reducir su nivel de belicosidad, para que los miles de millones de dólares que se gastan en armas se inviertan en educación, en salud, en programas de desarrollo que nos permitan alcanzar un mayor grado de equidad social y económica.
Así, con el esfuerzo comprometido de cada uno, trabajemos juntos – cada uno desde sus creencias y convicciones, pero unidos en los valores compartidos – para hacer realidad las palabras del profeta Isaías (2:4): “Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No alzará la espada nación contra otra ni se ejercitarán más para la guerra.”