Entre a la calle que está por el edificio de la Coca Cola cerca de Hossana, pase el antiguo Colegio Javier, baje la loma y al final, donde está la esquina hay una escalera. Bueno, ahí. En la calle de ‘los Ahuevados’.
Esa dirección, que sería común en el ecosistema urbano panameño, es, en teoría, algo muchísimo más sencillo de describir: avenida Primera Perejil con calle Juan Guizado (o de Los Ahuevados, en la jerga popular).
El problema es que en la capital pocos conocen el nombre de la vía que transitan, a la que van o, incluso, en la que viven. La referencia, por décadas, ha sido el palo de mango, que florece con el verano en su apogeo, o el negocio que estaba al frente del que ya cerró.
Pero la folclórica realidad se pinta ya como un dolor de cabeza: a aplicaciones como Waze o Google Maps se les complica ofrecer una dirección exacta.
Sin eso, la urbe poco puede abrirse a los beneficios de la tecnología: utilizar el mapa para predecir el tiempo de espera de un bus en una estación, o que una compra por internet llegue a la puerta de la casa. O, simplemente, que el recibo de la luz, del agua, o el Uber llegue sin complicación a donde uno esté.
Manuel Trute, director de Planificación Urbana del Municipio de Panamá, asegura que el problema radica en que la ciudad no tiene un sistema coherente de nomenclatura de vías.
El último racimo de organización se perdió cuando la urbe se expandió hacia el ‘centro extendido’.
Google Maps dice que la última calle numerada con coherencia está en Las Acacias, y se llama calle 139 este. Es la continuación de la numeración que se originó en San Felipe y que hoy se extiende de manera radial por Santa Ana, El Chorrillo, Calidonia y todos los barrios cuyo eje era la vía España, el más importante de la ciudad durante el siglo XX.
Sin embargo, aquel sistema inicial tiene problemas: por ejemplo, en Obarrio hay dos calles 52 este, la calle 50 tiene el sentido de una avenida, y entre las calles 47 y 54 hay siete vías con nombres de empresarios, presidentes y cuánto personaje ilustre.
La pérdida de coherencia en el sistema de nomenclaturas tiene que ver con lo irregular que se convirtieron las vías en el ensanche de la urbe hacia el norte y este, y, reconoce Trute, ‘por un tema de egos’. Una vía bien puede tener hasta tres nombres. La avenida Balboa es la Sexta Sur, la Frangipany es la Luis F. Clément. Según la señalética que ayuda al ingreso al Corredor Norte por Albrook, la calle Rubén Darío se llama Calle Bella Vista.
Con el problema a cuestas, la pregunta es cómo hallar una solución inteligente.
La Alcaldía ha anunciado que prepara la licitación por $640 mil para una consultoría de ocho meses que determine cuál es el mejor sistema de nomenclatura de calles para la capital, al que incluso deberán someterse los desarrollos futuros, al someterlos a una nueva oficina de nomenclatura urbana, que se constituirá en un paso tan necesario como el de Ingeniería Municipal para la aprobación de un proyecto.
Las opciones bien pueden incluir un sistema cuya numeración parta de un punto cero de la ciudad —todavía no definido— o de uno que segmente los corregimientos.
El plan incluye, según la Alcaldía de Panamá, a la de San Miguelito, dado que es un enclave entre las periferias capitalinas del norte y este, y los barrios del centro.
‘Todo esto se hará con participación ciudadana’, anuncia Trute, tomando en cuenta que la decisión de renombrar una calle o no, o de cuál nombre ponerle a una vía que no tenga, dependerá en gran medida de cómo los usuarios la suelen llamar. Son cuestiones culturales indisolubles.
‘Hay nombres divertidos que quisiéramos que se quedaran’, sostiene.
Después de ello, se definirá si las residencias deben ser renumeradas.
En todo caso, explica la Alcaldía, se le aplicaría ‘una capa adicional’ a las propiedades, para que tengan un número legal (con el que ya están registradas) y un número usual (el que resultaría del sistema nuevo, y que sería para dar direcciones).
Después de ello, la urbe se abocará a la instalación de rótulos de vías, y la recuperación de la señalización vial estructural, fundamental para que los conductores sepan, por ejemplo, cómo llegar desde el barrio de San Felipe hasta el aeropuerto de Tocumen, si la vía es de peaje, cómo se llama y a cuántos kilómetros está.
La clave, sostiene Trute, es que todos en la ciudad sepan siempre dónde están.