Por: Miguel Ángel Ciaurriz. OAR
Recorremos los primeros días del 2018. Mi primer deseo es que este tiempo que tenemos por delante sea bueno y esté lleno de dicha para todos.
Cada día del año recién terminado estuvimos acompañados por Dios, Él fue nuestro compañero de viaje. Y nuestra esperanza es que también de su mano recorramos los días de este 2018 que anda en sus albores.
Tanto si miramos hacia atrás reviviendo los acontecimientos del año que ha finalizado, como si ponemos la vista al frente y la alargamos, tendremos por seguro que el tiempo, aunque mirándolo hacia atrás se nos hace corto y si lo miramos hacia delante interminable, da para mucho. Ciertamente, un año da para mucho, para cosas buenas que recordamos con agrado y momentos dolorosos que queremos dejar atrás en nuestra memoria.
Tanto al terminar el año como al comenzar uno nuevo, dos deben ser nuestros sentimientos. El primero tiene que ver con la gratitud. Dios, lo repito, ha estado con nosotros, ha sido nuestro compañero de viaje, Él fue como como nuestra sombra, siempre estuvo con nosotros. Sin su compañía nuestro camino hubiera sido más tortuoso.
El otro tiene que ver con la necesidad de pedir perdón reconociendo nuestra pequeñez, nuestra debilidad, confiados, eso sí, en que ese Dios es misericordioso y compasivo, siempre dispuesto al perdón. A pesar de nuestra infidelidad, y deslealtad en muchos momentos, ha seguido con nosotros.
Al iniciar un nuevo año debemos sentirnos agradecidos porque Dios no se va a cansar de nosotros, seguirá siendo nuestro compañero de viaje. Y, consciente de nuestra fragilidad, podemos, de entrada, decirle, “Señor, por lo que no haga bien en este 2018, te pido desde ya perdón”.
No olvidemos que el tiempo, aunque parece corto, tiene espacio para muchas cosas en la vida. Como bien dice el libro del Qohélet,: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para tirar piedras y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazar y un tiempo para abstenerse de abrazos; un tiempo para buscar y un tiempo para perder; un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser; un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz” (Qohélet 3,1-8).
Seguramente, un poco de cada cosa de las que menciona el libro sabio habremos tenido en el año 2017, y no poco tendremos en este 2018 que está comenzando.
A muchos amigos les he felicitado el año nuevo echando mano de una hermosa y antigua bendición irlandesa que dice:
“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,
que el viento sople siempre a tus espaldas,
que el sol brille cálido sobre tu cara,
que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y,
hasta tanto volvamos a encontrarnos,
que Dios te lleve en la palma de su mano.”
Feliz y buen 2018