Transitar por las calles, corredores y avenidas de Ciudad de Panamá se ha convertido en una especie de ruleta rusa. La razón: los altos índices de violencia materializada en choques, tan constantes que ya parecen formar parte del panorama cotidiano. Mucho de estos accidentes dejan heridos graves y muertes que enlutan a decenas de familias y peor aún, a la sociedad entera que está siendo víctima y muchas veces victimaria de esta historia cotidiana.
Las noticias de personas arrolladas protagonizan casi a diario las páginas de los periódicos, los noticieros de televisión y la redes sociales, tal es el caso de la joven ciclista panameña, Mónica Isabel Licona, quien dejó su corta vida en el pavimento de la avenida Balboa, este domingo cuando apenas salía el Sol. Su verdugo se dio a la fuga, dejándola allí tirada, sin ningún miramiento. Este hecho ha conmocionado y colmado de indignación a la sociedad panameña.
¿Homicidio culposo?
Es así, pero pocos pagan la culpa, y casi nadie hace conciencia de su falta de conciencia. Es una suerte de sociedad autómata que no piensa en las consecuencias: ni quien toma las aceras para estacionar, ni quien chatea o habla mientras maneja, ni el que no puede aflojar el pedal de su acelerador.
Los peatones también tienen su gran cuota de responsabilidad al no usar los pasos elevados, ni los rayados en las vías; al chatear cuando cruzan calles y cuando escuchan música con audífonos que les impide escuchar cualquier sonido que les advierta peligro y que además los mantiene desconectados.
Germinadero de agresiones
Las principales causas son la imprudencia en el timón, la falta de aceras, de pasos elevados para los peatones pero por sobre todas las cosas, la escasa tolerancia y la abundante violencia, que nace en el hogar y que se reproduce velozmente en las calles.
El psiquiatra Alejandro Pérez explica que son varios los factores que están generando esta situación. “La ausencia de liderazgo, la pérdida de credibilidad en las instituciones, la anarquía, los tranques, la discriminación racial y social; las vías muy mal planificadas y hasta la falta de espiritualidad; todo esto ha hecho que estemos en el caos y si seguimos así, van a comenzar a aparecer las bombas en la ciudad, en maletines y en carros, como símbolo de violencia extrema”.
Recomienda a la ciudadanía tener más paciencia; “prepararse cada día para los tranques, para los imbéciles y la falta de cortesía porque siempre van a estar, por todas partes; escuchar música relajante. ¿Para qué enojarse? Nada va a resolver con eso”, finaliza.
Podría ser una ciudad más humana, más cálida pero está a la deriva, navegando entre el caos generado por la gente que parece no importarle su presente y su destino. Normativas de tránsito son muchas, las respetadas pocas.
- El llamado es a que entendamos que cada acción incorrecta trae consecuencias, unas más dramáticas que otras pero todo suma y evita salir del caos urbano.
- Entre dos y tres choques se cruzan por el camino de cualquier ciudadano cada día; es un número grande para una ciudad tan pequeña.