Andreína Rodríguez González
Acercándose a su cuarta década de fundación, Mallol Arquitectos se mantiene como la principal firma panameña, orgullosa de formar parte de la dinámica citadina que ofrece Bella Vista.
Concebida en un garaje, como muchas de las exitosas empresas de finales del siglo XX, Ignacio Mallol Tamayo instaló su primer estudio de arquitectura, y desde entonces muchas cosas han pasado y mucho ha crecido esta ciudad.
Con obras emblemáticas, como la sede del Banco General en Punta Paitilla y la casa Zúñiga, se consolida el nacimiento de la firma Mallol Arquitectos, un sueño impulsado en conjunto con Erik Wolfschoon y Miguel Ángel Caparó, en 1978. Hoy en día, más de 250 arquitectos en planta y otro centenar de profesionales fuera del país, forman parte de su staff de especialistas en el diseño urbano. La firma lidera actualmente más de 150 proyectos arquitectónicos a la vez, superando los dos mil 500 durante su trayectoria.
Tercera generación
Esta organización es dirigida por Ignacio Mallol Azcárraga, quien se integró a la firma en el año 2005. El joven arquitecto inició su carrera en el equipo de diseño, grupo que luego pasa a dirigir, previo a asumir como CEO.
Concibiendo la arquitectura como “una herramienta para comunicarnos con el mundo”, Mallol Azcárraga confiesa mantenerse en una continua búsqueda del equilibrio entre el respeto al pasado, entendiendo la importancia de la identidad y la memoria colectiva; pero con perspectiva optimista.
“Se trata de hacernos parte de nuestro entorno, de entender que tenemos la oportunidad y capacidad de poder seguir escribiendo nuestra historia”.
Orgullo bellavistino
Abriendo sus primeras oficinas en El Cangrejo, Mallol traslada su sede frente a la Universidad de Panamá en el año 94, logrando establecerse finalmente en su actual edificio en calle 48 con Calle Uruguay.
“Creemos fielmente en los centros de ciudades y Bella Vista, como núcleo de Ciudad de Panamá, es un centro vibrante y mantener nuestra sede aquí es un mensaje muy claro de cómo creemos que se debe desarrollar la ciudad”.
Objetivos claros
“Por Bella Vista siento un gran cariño y sentimiento de apego. Apostamos a que un ciudadano pueda vivir donde trabaja, lo que le da más calidad de vida, y qué mejor barrio que Bella Vista que tiene unas colindantes espectaculares, está cercano al mar y bien conectado con el resto de la ciudad”.
Con más de 15 años residiendo y laborando en el corregimiento, la familia Mallol asegura sentirse compenetrada con su comunidad, entendiendo las actuales dificultades y, por supuesto, asumiéndolas como oportunidades.
El “caos urbano”
“Las ciudades solo viven a través de sus propias experiencias”, asegura.
Siendo el caos urbano un fenómeno que han sufrido gran parte de las ciudades del mundo, para Mallol Azcárraga Ciudad de Panamá, no podía ser la excepción.
Según su tesis, crear una ciudad más compacta reduciría el tiempo en tráfico, traduciéndose en mejoras a la calidad de vida y en motivación para la utilización de espacios públicos, “motor de la equidad de la ciudad, actualmente”.
Comunidad como norte
Para la firma Mallol, las edificaciones debieran difuminar la línea de lo público con lo privado para crear un ambiente de integración social.
“Nuestro reto y deber como arquitecto es generar nuevas posibilidades para la vida urbana. Nos toca a abocarnos a la relación de la arquitectura con el espacio público, teniendo como meta generar calidad de vida y crear comunidad”.
Diferencias: El tiempo
Solo la diferencia generacional marca distintivos en las perspectivas entre ambos arquitectos, asegura Mallol Azcárraga, para quien su padre ha sido un “gran motor de cambios”, logrando sumar más de 1,000 colaboradores a sus estudios. Heredando el espíritu emprendedor, su sucesor tiene muy claro sus propios retos.
Con más de 20 años emprendiendo proyectos en Latinoamérica, el Caribe y Europa, la firma Mallol aspira fortalecer su industria llevando el talento panameño alrededor del mundo.
“Lo que queremos a futuro es tener una organización fortalecida que difumine fronteras y tenga acceso a proyectos fuera del país”, confiesa.
Contundente
Obra predilecta: Calle Uruguay y Vía Argentina.
Su mayor orgullo: Museo de la Democracia y Libertad en Amador.
Tipo de proyectos que más le apasionan: Centros culturales y educativos.
Error más grave: Esperar el declive de un entorno para pensar en intervenirlo.
Lo que más necesita la ciudad: Mantenimiento.
Reto: La nostalgia. Suele paralizar el desarrollo y es negar el presente.
Lo que rechaza: Obras que impiden o rompen con la integración en comunidad.
Valores principales: Honestidad, honradez, seriedad y responsabilidad