Carlos Canelones / Fotografía: Andreína González
El urbanismo en San Francisco fue algo espontáneo que se desarrolló aceleradamente al margen de los cálculos de quienes lo planificaron. Mientras que todo apuntada a que la zona predilecta de la clase media-alta era hacia Santa Ana y San Felipe, la gente pudiente de esas barriadas buscaba tener sus casas de campo y playa en el área de lo que hoy es Coco del Mar. Allí crecía un incipiente poblado de familias humildes que convivían armoniosamente. Con el tiempo, las casas de campo se convirtieron en residencias permanentes y así comenzó la construcción de casas lujosas y otras, más que ostentosas, algo innovadoras en su arquitectura.
Así ocurrió con las amplias y cómodas casas hechas en madera con techo a dos aguas y forma de chalets europeos. Cuentan que un judío vio la oportunidad que ofrecía el atractivo de la zona y comenzó a construir estas viviendas en calles completas, de lado y lado, dando uniformidad al urbanismo. Se vendían como pan caliente. El desarrollo las devoró tan rápido como nacieron, sin embargo, aun encontramos vestigios cien por ciento representativos de aquel boom urbanístico de San Francisco.