La celebración de Pesaj se extiende por 8 días (este año comienza al anochecer del viernes 30 de marzo, coincidiendo -no por casualidad- con la Semana Santa) durante los cuales no se puede comer ni poseer alimentos que contengan “Jametz” (leudantes). Por el contrario, tenemos la Matzá, el pan ácimo, que los israelitas comieron apurados (sin tiempo para que pudiera leudar) antes de salir de Egipto.
En aquella oportunidad, tal como lo relata el Éxodo, comieron la Matzá junto al sacrificio pascual (el animal ofrendado cuya sangre fue utilizada para marcar las puertas de las casas israelitas antes de la última plaga) y las hierbas amargas. Los sabios denominaron a aquella comida de celebración: Pesaj Mitzraim, la Pascua celebrada en Egipto y a las siguientes Pesaj Dorot, la Pascua de las generaciones.
Pesaj es una de las festividades más importantes del año y la actividad central transcurre en el hogar. Durante las primeras dos noches (en Israel solo una) se realiza el Seder, la cena ceremonial que viene a cumplir el mandato de contar a nuestros hijos el éxodo, como dice la Torá: “Y le contarás a tu hijo en aquel día diciendo esto es lo que Dios hizo conmigo cuando me saco de Egipto” (Ex. 13:8).
Como toda celebración religiosa, el ritual pretende no solo la evocación del evento histórico sino también tratar de revivirlo, de volver a atravesar esa misma experiencia. Así, comenzamos el Seder como esclavos, partiendo la Matzá que es el pan de la pobreza, de los oprimidos y después de la cena terminamos como hombres libres, redimidos por la mano divina.
El Seder apunta a la transmisión de la identidad a los hijos, de allí que desde tiempos bien antiguos se incluyeran algunos elementos con fines didácticos. Por cierto, las palabras transmisión y tradición tienen la misma etimología tanto en español como en hebreo.
Entre ellos se destacan determinados alimentos cargados de simbolismo que se colocan en un platón en el centro de la mesa. Además de las hierbas amargas que recuerdan la esclavitud, una pata de pollo o cordero recuerda el sacrificio pascual. Un huevo duro evocando la ofrenda vegetal de la fiesta, una verdura verde que nos recuerda que Pesaj es también la fiesta de la primavera y una pasta chocolate llamada Jaroset, que se asemeja a la argamasa que utilizaron los esclavos israelitas para construir las pirámides.
Canciones, lecturas y diálogos, junto a la comida tradicional, conforman una celebración que se repite año tras año pero que en cada oportunidad tiene sus propias particularidades. Los hijos de antaño son los padres de hoy, renovando así la milenaria cadena de transmisión de nuestro pueblo.
Al finalizar el Seder se proclama “el año próximo en Jerusalem” haciendo referencia a la esperanza de que se haga realidad la llegada de la época mesiánica en donde de acuerdo con nuestra tradición todos vamos a ser llevados a la tierra de Israel y se instaurará una época de paz y justicia para toda la humanidad.
En ese sentido Pésaj no es solo una evocación de la redención divina ocurrida hace más de 3000 años, sino que además celebra nuestro compromiso de trabajar por acercarnos a esa utopía de armonía y fraternidad entre todos los seres humanos.