«Cuando un órgano del cuerpo sufre, todo nuestro cuerpo lo siente. Eso es lo que ocurre hoy aquí . Hay venezolanos y panameños sintiendo el mismo dolor que atraviesa alguien de esta comunidad».
Esa fue una de las primeras frases pronunciadas por el arzobispo metropolitano de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa, quien ofició el funeral de Eduardo Murillo y su hija Paola Sofía, y de Abel Sandí; todos fallecidos el pasado Miércoles Santo, en un trágico accidente de tránsito ocurrido en Costa del Este.
Mensaje a los jóvenes
Monseñor Ulloa se dirigió a una enorme comunidad, impregnada básicamente del espíritu de cientos de jóvenes, quienes ataviados con sus uniformes escolares, acompañaban a su compañera de clases, Paola, en este «hasta luego» que muchos le profesaron.
La parroquia San Lucas lució inmaculada. El color blanco predominó. Flores, ropas, y sobre todo corazones puros, manifestando un amor infinito por quien en vida, cultivó entre sus compañeros ese cariño que hoy le fue devuelto con creces.
En medio del dolor de María Luisa Perrone: esposa y madre, familiares y toda una comunidad en la que muy pocos alcanzan la mayoría de edad, Monseñor Ulloa trató de explicar los porqués.
«El mundo de hoy quiere envolver la muerte en silencio y renunciar a que pensemos en ella, pero hoy no podemos ocultar este acontecimiento. La muerte es la gran compañera de la vida y también, es el lenguaje universal. Todos nos sentimos inseguros sobre qué habrá después . Por eso, en medio de esta interrogante, los invito a dar gracias a Dios por el regalo de la fe, pequeña o grande; no importa, resignada o en dura protesta y preguntando los porqués.
La muerte no nos deja en el vacío de la nada, nos lleva a Dios y esto es lo que debemos celebrar. Cuando la muerte aparece a nuestro alrededor y nos arrebata a un ser querido, se produce un desgarre, un vacío inmenso y una tremenda soledad. Ella se convierte en nuestro peor enemigo y nos arrebata lo que más queremos que es la vida. Se presenta como victoriosa y con nuestros ojos materiales solo vemos eso. Pero en momentos como este, es cuando nos damos la mano y gritamos juntos que la muerte no tiene la última palabra».
Monseñor Ulloa prosiguió: «Hay lugar para decir que estos hermanos que despedimos hoy, son amados por un amor infinito, mayor que el nuestro, de alguien que ya ha derramado su sangre. Un amor que no lo destruye la muerte. Se debe tener la certeza de que Dios ha acogido a estos hermanos y no los hemos perdido para siempre.
En este momento no hay alivio. Pasarán años y el dolor seguirá ahí, de la misma manera como cuando sus familiares recibieron la noticia. Hay dolores que destruyen y otros que no tiene el poder de hacerlo».
Debemos tener la certeza de que hay un amor más grande, inagotable e infinito y está siendo derramado sobre nuestros hermanos, indicó el arzobispo. «Ellos no están perdidos y mientras los recordemos, no morirán. Algún día nos encontremos en esa tierra nueva que Dios ha preparado. La vida es corta, y ésta, es sólo una separación.
Estén seguros del amor de Jesús y la intercesión de la Virgen. Ella entiende lo que pasa en su corazón de madre y no los va a abandonar jamás. Apóyense en ella y compartan con ella el dolor. La compañía puede hacer que ese dolor no los destruya».
Monseñor José Domingo Ulloa reconoció el gran poder de solidaridad manifestado por los vecinos de Costa del Este, la comunidad venezolana y todo Panamá, quienes desde el primer momento han estado presentes para fortalecer y apoyar a María Luisa Perrone, esposa de Eduardo Murillo y mamá de Paola; así como para ayudar y orar por la recuperación de Sabrina, quien permanece recluida en el Hospital Santo Tomás, recibiendo cuidados especiales. ¡No están solos!, replicó el sacerdote.
En sus casas, abracen a sus padres, a su hermanos. La última lección que nos deja Paola, es seguir adelante, que seamos águilas que remontan el espacio y su partida física nos debe hacer entender que, para ganar los premios de la vida hay que sudar. El esfuerzo y la honradez; todo es necesario y vale la pena luchar por los ideales, pese a las dificultades que la vida nos presenta».
Frases para nunca olvidar
Compañeras de escuela, maestras y amigas, no dijeron adiós a Paola y a su papá Eduardo. Al contrario, honraron su vida con mensajes alentadores y llenos de mucho amor. A continuación, un extracto de algunas de las frases más conmovedoras:
- «Tío Eduardo y Pao pasaron de ser ángeles en la tierra a ser ángeles en el cielo».
- «Pao era dulce, cariñosa, amable, optimista. Siempre sonriente».
- «Eduardo y Maria Luisa fueron padres excepcionales, siempre orgullosos de los logros de sus hijas y a la vanguardia en materia de educación. Con un amor inmenso hacia los demás, hacías los animales de la calle. Una gran nobleza para ayudar a quienes los necesitaran».
- «Como profesores, será difícil para nosotros entender que Paola ya no entrará en nuestros salones, pero ya ella entró en nuestros corazones».
- «Los hijos son copia fiel de los valores que se les inculcan en casa».
- «Seguiremos unidos en oración por la recuperación de Sabrina».
- «Todos siempre serán parte de la familia AIP».
- » Buena amiga, hermana e hija. Nunca le tuvo miedo a querernos».
- «¡Tía Maria Luisa, prepárate para tener ahora muchas más hijas y Sabrina, a más hermanas!».
- «Paola era luz, era una estrella y nunca dejará de brillar»
- «Al que le falte fuerza que me busque, porque yo se la daré. Vamos a salir de esta»