Reportajes Especiales

En la ciudad la gente también goza los culecos y artistas

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Foto: Aydana Ruiz

Bien lo dijo la gran Celia Cruz: “la vida es un Carnaval y es más bello vivir cantando”; la fiesta que celebra al Rey Momo se apodera del país poco después del cañonazo del 31, muchos panameños comienzan a planificar su viaje con destino al interior mientras, los que prefieren ser más comedidos con los gastos, se quedan en la ciudad y abarrotan la Cinta Costera para disfrutar de los tradicionales desfiles, reinas, culecos y artistas.

Este año, las festividades fueron bautizadas por la Autoridad de Turismo de Panamá como “Un País en Fiesta”, no obstante, no es la tradicional celebración lo que llama la atención, sino el abultado presupuesto destinado a través del Ministerio de Comercio e Industrias para su ejecución.

En el 2015, el Presidente de la República, Juan Carlos Varela, aprobó sólo medio millón de dólares para el Carnaval capitalino, mientras que en 2016, la cifra se triplicó a $1.5 millones, monto que hasta ahora ha sido superado por los 2 millones 750 mil dólares que el expresidente Ricardo Martinelli aprobó en el 2013.

Días de fiesta

El viernes cinco de febrero se coronará a la reina en la tarima ubicada en la Cinta Costera, frente al Mercado del Mariscos. Durante los cuatro días se realizarán los culecos, desde las 10:00 a.m. y desfiles de carrozas a partir de las 5:00 p.m.

El sábado 6 de febrero se desarrollará el tema de la “Antología de los antepasados”, mientras que el domingo 7 será el “Día típico”; el lunes 8 se dedicará a la “Cosecha del país” y el martes 9 será el homenaje a la provincia de Colón.

El “Entierro de la sardina” se llevará a cabo a las 2:00 a.m. del miércoles 10 de febrero y así culminarán las festividades de la ciudad.

“Los santos carnavales”

Padre Rómulo Aguilar Ramos, párroco de la iglesia San Francisco de la Caleta: «El Carnaval es muy importante para los panameños y no podemos hacer más que decirles que lo hagan con sensatez, no vivirlo como si se estuviera acabando la vida y tenemos que dar todo de nosotros. La diversión es cristiana, podemos divertirnos con prudencia. El Carnaval tuvo su origen para atenuar un poco la rigidez de la cuaresma entonces la gente perdió los controles y sucede lo que sucede, pero por supuesto, la iglesia no puede ir en contra de que la gente se divierta, pero con cordura, haciendo las cosas de una forma más coherente que es lo que se les pide. Yo en una ocasión llegué a titularlos como “los santos carnavales” y la gente se reía porque yo decía que creía en que los carnavales eran curativos, y mira si no es así: los enfermos se curan, el que no tiene plata consigue, el carro que no funciona lo arreglan ¡imagínese los milagros que se dan!».