Los carnavales panameños se iniciaron oficialmente en el verano de 1910, y eran auspiciados por la élite criolla del Club Unión. Había una solemne coronación de la reina y su corte con muchos lujos y pompas.
Toda la ciudad se tornaba un Carnaval, donde el jolgorio del Rey Momo era muy divertido, con música sencilla al compás del tambor, adornada con confeti y serpentina y finalizando con un gran desfile de carros alegóricos. La jovial fiesta se realizaba con mucho afán y desorden durante los cuatro días, pero sanamente y prevalecía el respeto y la moralidad hasta el entierro de la sardina.
Las fiestas de la ciudad se iniciaban con la izada de la bandera del Carnaval, en diferentes lugares. Nacieron los famosos “toldos” que eran sencillos solares acordonados para controlar el acceso del pueblo.
Los bailadores esperaban los “set” de músicas tocados por los mejores grupos musicales del patio, como: Armando Boza y Avelino Muñoz. Igualmente llegaban a Panamá las grandes orquestas de Cuba y Puerto Rico, como el Rafael Cortijo y su combo y la Sonora Matancera, cantando, Daniel Santos, Carlos Argentino, Alberto Beltrán y Nelson Pinedo y luego el Gran Combo, entre otros.
En los años 50 los carnavales eran organizados por una Junta de Carnaval y las reinas eran escogidas por la cantidad de dinero recaudado por sus seguidores. Este estilo de carnavales tuvo su época de oro entre 1956-1960. Durante esos años nació la famosa “Domitila” (por la famosa canción Domitila) que era una enorme mujer de varios metros, vestida de montuna panameña que era llevada a todos los desfiles de los carnavales a bordo de un “Jeep” militar (usualmente prestado por el ejército acantonado en la otrora Zona del Canal). También existían las famosas comparsas que caminando escoltaban los desfiles de carros alegóricos.
En 1960, a los 50 años de los carnavales en Panamá, se bautizaron y celebraron los “Carnavales de Oro”, con la participación de ocho reinas. Después de esta apoteósica fiesta del cincuentenario, se puede afirmar que fue desapareciendo este estilo de Carnaval.
Otros Carnavales que se recuerdan fueron los que organizó Enrique “Quique” Rogers en la década de 1970.
El gobierno del presidente Eric Arturo Delvalle (1985-1988) regresó los carnavales capitalino a manos del IPAT, con el siempre recordado Alberto García de Paredes y el decidido apoyo incondicional de la empresa privada.
Muy en la memoria de los panameños fue el de 1986 llamado “Diamante”, que organizó Ricardo Gago Salinero, siendo soberana Julieta Barriga (q.e.p.d) y el “Carnaval Tropical” de 1987, cuya reina fue la exprimera dama Lorena Castillo y que emprendió el industrial Roberto Pascual junto a una junta directiva compuesta por: Ricardo Durán, Mariela Sagel, Antonio “Tony” Niño, Samuel Lewis Navarro y Luis “Lucho” Rodríguez.
Ya pasada la invasión, en 1990, no hubo carnavales por razones obvias y entrado el siglo XXI los carnavales en la ciudad capital, a pesar de haber recibido grandes sumas de dinero para sus organizaciones, ejecuciones y todo el apoyo gubernamental para atraer turismo internacional, decayeron en cultura y moralidad, incluyendo la perdida de las sanas tradiciones carnestolendas.
«El Carnaval Centenario pasó casi desapercibido. Los Carnavales de hoy se pudieran resumir que, son grandes “mojaderas” acompañados de esa música de alto ruido sin armonía para el oído y actos que más que diversión atentan contra la moral pública y mal ejemplo para la niñez panameña», comenta Cecilia Arauz, quien vivió los canavales viejos de la ciudad capital.