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Hoy en la Ciudad de Panamá

La gran caminata cuaresmal, un tiempo de 40 días que se ofrece para hacer que, al celebrar y recordar lo que aconteció con Jesús, su muerte en la cruz y su triunfo sobre la muerte al resucitar, acontezca también en cada uno de los creyentes para que, con él, también nosotros pasemos de la muerte, de dejar atrás las cosas de nuestras vidas que no están bien y que no merecen seguir vivas, a una vida nueva y renovada.

 

Cristo, condenado a muerte, debe cargar con la cruz.

Jesús nos pedía acrecentar o intensificar la práctica de la solidaridad, eso que llamamos “dar limosna”, para acercarnos al hermano necesitado a quien, de muchas maneras, más allá del dinero, podemos auxiliar para que su vida recupere un poco de la dignidad que Dios Padre quiere para todos sus hijos, especialmente para los que viven en condiciones de extrema necesidad.

También  la oración, esa forma de reducir las distancias con Dios, a quien como Padre lo que le complace en verdad, es que nos acerquemos tanto a él que nos pueda abrazar sin necesidad de alargar el brazo porque estamos lejos.

Quienes se toman en serio estas tres prácticas: ayuno, la limosna y la oración, experimentan al final del camino cuaresmal, que efectivamente su vida ha sido renovada porque muchas de las cosas que les impedían estar cerca de Dios y de los hermanos han sido desterradas, sacadas de nuestros corazones egoístas, soberbios y ciegos a la realidad desde la que Dios nos habla.

La corona de espinas fue un símbolo de burla. "Aquí está el rey de los judíos". Jesús fue golpeado, escupido e insultado.

Avanzar en los días de la cuaresma es como bordear el camino del tiempo frio de invierno y acercarnos a los días de la Pascua Florida, la de primavera, en la que celebramos los grandes misterios de nuestra fe haciendo memoria agradecida y reviviendo lo que Jesús hizo al dejar su vida en la Cruz para que nuestro enemigo, la muerte, quedara derrotado por la vida que renace al resucitar.

Es lo que celebramos en los días de la Semana Santa, que comienza el Domingo de Ramos, que también lleva el sobrenombre de “en la Pasión del Señor”.

El Domingo de ramos se conmemora la entrada de Jesucristo a Jerusalén, dando inicio a la Semana Santa.

A esta semana que celebraremos en estos finales días del mes de marzo, no se le llama Semana Santa porque lo sea más que las demás semanas de la cincuentena que completan el año calendario. En realidad, se le llama “Santa” porque los grandes misterios de nuestra salvación, que son la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, son para nosotros una invitación de nuestro Padre Dios a santificar nuestras vidas. En otros lugares se le dice “Semana Mayor”, precisamente por la relevancia e importancia que tienen esos acontecimientos en los que centran las liturgias del denominado “Triduo Pascual”.

Jueves, Viernes y Sábado Santo. Estas tres jornadas que conforman el Triduo Pascual en realidad vienen a ser como la gran y solemnísima fiesta de la fe cristiana, la Pascua, repartida en esos tres días con los que con Jesús de Nazaret morimos, y con él resucitamos a una vida nueva. Se parecen un poco a la Trinidad, tres días distintos pero una sola fiesta.

 

 

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